domingo, 13 de septiembre de 2009

Capítulo IV: Entrando en Materia

Al contrario de lo que uno piensa e incluso siente cuando llega a la Universidad, las cosas terminan siendo mas difíciles de lo que uno se imagina. Es un momento muy importante, lo llamaría “punto de quiebre”, algo así como los 15 años de las mujeres (que por cierto, preparo mi queja formal porque no nos toca a los hombres), cuando se entra en sociedad. Para la mayoría, que son los que se van de su casa a estudiar en una ciudad distinta, es el momento en que uno se empieza a responsabilizar por su vida, y el mas temido por los padres, ya que se pondrán a prueba los valores enseñados desde que se nace.

Como he descrito en los capítulos anteriores, uno llega, como me pasó a mi, con su cajita. Para los que tuvimos suerte y vivimos en casa de familiares, es un poco mas suave el cambio, pero para aquellos que les toca una residencia, es realmente duro, ya que se sale se la comodidad del hogar, donde lo atienden, le cocinan, lo quieren a uno, a una situación diametralmente opuesta. Y esto se siente en mayor o menor término dependiendo de si se llega a una residencia con personas conocidas, a una residencia donde no se conoce a nadie y se debe compartir al baño, y lo mas extremo, a una residencia estudiantil. Pero en cualquiera de estos casos, el motivo es el mismo. Dependiendo del momento en que se llega, el período de adaptación es mas largo o corto, pero inevitablemente llega el momento de enfrentar el reto. Las clases comienzan, y con ellas el estrés, que uno al comienzo lo toma con mucha calma, pero que en la medida en que va pasando el tiempo y se va enseriando la cosa, se pierde la calma y se gana la angustia. Se conocen los compañeros de clases, y llegan los primeros días en los cuales se reúne uno a estudiar. En esos momentos, particularmente en los descansos obligados, acompañados de un buen café, y hasta de un cigarrillo, es que se va conociendo uno, y va conociendo a los demás. Surgen los primeros sentimientos “confusos”, que terminan decantándose en los primeros amores. Mientras se estudia química, y se lucha por entender los pesos atómicos y la estequiometría, a lo interno se da una guerra mucho mas grande entre los elementos químicos que van fluyendo por océanos, permitiendo conocer esos bellos sentimientos.

Inevitablemente también, llega el momento de conocer a los profesores universitarios. Se llega con la ilusión de que serán como los del liceo, donde el “profe” es la medida común, descubriendo que no todos aceptan esa expresión. Unos exigirán la palabra completa y con acento en la “P”, aunque siempre habrán otros que permitirán escalar ese pedestal intelectual para conocerlos como son, con los cuales se establecerán duraderas amistades; amistades que mientras se esté en el proceso de enseñanza-aprendizaje, estarán limitadas por el deber ético, pero que una vez se haya cumplido el deber, se darán como hermosas experiencias. Llegará uno que nos recordará que ya no hay ley que nos proteja, puesto que al ser mayores de edad, ya no hay que tener delicadeza en el trato. Se pasa abruptamente del trato personalizado, donde uno tiene nombre, a un simple “bachiller”, lanzado al aire casi con desprecio, por lo cual se siembra esa semilla amarga que casi obliga a estudiar para quitarse el epíteto, pero sobre todo el tonito. Se descubre como la relación con las matemáticas influye en forma directamente proporcional con el carácter del profesor, con un conjunto de matices que pasan desde los profesores de cálculo, pasando por los de física y química, que por lo general son los de peor genio, con lo que se llega a pensar que quizás es el deber ser, ya que así se obliga a que se entienda que esas materias son una cosa seria realmente, y que no aceptan “blandunguerías” que permitan pensar que un profesor de materia relacionada con matemáticas sea humano.

Todo este conjunto de sentimientos y nuevas experiencias se mezcla con las rutinas que no se tienen. A muchos les llega la primera vez en la cual deben hacer un mercado, enterándose cuanto cuesta aquello que tanto desperdiciaba cuando aún no lo pagaba. Se enfrenta uno a la libertad de acostarse a la hora que le dé la gana, y de poder pararse cuando le provoque; pero también se conoce que la obligación de ir a clases ya no depende de la persecución que se tenía en el liceo, sino de un acto voluntario que se va convirtiendo en el día a día progresivamente, pero que en el camino se pierden, por alguna razón, las clases más importantes, o el número de clases que el profesor indicó, en una de las primeras, como el necesario para perder la materia independientemente de lo que indique el reglamento respectivo. A otros les toca lavar su ropa por primera vez, recordando u cayendo en cuenta del mal humor de la madre que los domingos se dedicaba a hacer la tarea mientras uno estaba disfrutando de un día de descanso; sin poder evitarlo, llega el día en que se debe cocinar, entendiendo la ciencia que aplicaba en la casa quien se encargaba de ese departamento. Se comienza a adelgazar ante la necesidad de comer quemado, y en los mejores casos, se levanta muy temprano un día para hacer la cola en Bienestar Estudiantil, y así tener la oportunidad de comprar los famosos tickets del comedor, para atender el requerimiento básico y fundamental de proveer de alimento al cuerpo, que a menos que se acostumbre uno al hecho, se hace una tarea casi imposible vivir con la presión de descubrir que una lechuga tiene patas, o tomarse una sopa de materia radioactiva, o comerse un pollo atropellado, donde las plumas se mezclan con el picadillo de huesos, carne y vísceras, como resultado de la ocupación simultánea de un mismo punto espacial por dos cuerpos, uno, el que se va a degustar, y otro, cuando menos una aplanadora.

Finalmente, llegan los primeros exámenes. Para unos, la oportunidad de determinar que tan bien se están adaptando a la Universidad; para otros, el momento de ver si en la Universidad se puede copiar igual que en el liceo. En ambos casos, hay éxito y fracaso. En el primer caso, todos los que lo logran pasan esos exámenes, y van configurando la manera de sobrevivir y avanzar en la Universidad. En el segundo, todos salen “raspados”, y se presenta el fenómeno de intercambio de suertes, donde los que se copian se ponen a estudiar, y los que estudiaron, se preparan para copiarse. Por lo general, lo que sucede es que o no se estudió bien, y definitivamente, a pesar de que en algunos casos se tiene éxito, “el crimen no paga”, pero lamentablemente, en muchos casos, a esta verdad se llega después de mucho tiempo y fracasos. Va pasando el tiempo, y hacia finales de ese primer período (semestre o año o lo que sea), llega el momento de dar cuentas, las primeras, a los padres. Se comienza la búsqueda de las palabras mas sutiles, mas adecuadas, para explicar como, después de haber tenido todo lo necesario, de haber comprado mas libros de los que hay en la biblioteca de la Facultad, de haber derribado hectáreas completas de árboles en fotocopias de cuadernos, guías y demás; de haber dejado de ir a la casa el día del padre o de la madre, y casi en diciembre por quedarse estudiando, y al final, las notas no son las que corresponden a dichos sacrificios, vale decir, sacrificios de la familia. Vienen las reprimendas, las amenazas, los compromisos. La promesa de que no se repetirá la situación, hecha con la seguridad de cumplirla, pero en el camino se atraviesan los mismos obstáculos, pero es distinto, porque ya se conocen, y se evaden, pero siempre se presenta alguno en una forma desconocida, que termina haciendo que se rompa o incumpla la promesa realizada. Así, van pasando los días, hasta que finalmente, mucho tiempo después, se logra el tan anhelado objetivo.


Hay quienes no entienden los efectos que produce el terminar de estudiar en una persona. Sólo pasando por la experiencia se logra ver esa luz, reservada solo a quienes tienen la oportunidad de luchar y luchar y luchar (porque a todos nos toca luchar, sin distingo de raza, color, situación económica o coeficiente intelectual), hasta alcanzar la tan anhelada meta. No es mas que, quizás, la mitad del camino, pero como ayuda a suavizar el resto del mismo! Todos aquellos que pasaron por ese camino, quizás se vean identificados en los cuentos que se irán presentando. Y quienes no lo han hecho, pues ojalá los ayude a entusiasmarse.


Aquí dejo el flujograma que me acompañó por toda mi vida de estudiante. Desde los primeros días, que me enteré que podía comprarlo, me ilusionó el pensar que muy rápidamente llenaría cada cuadro. Al final, cuando terminé de hacerlo, había pasado mucho tiempo, y caí en cuenta de todo lo que significó el poder pintar cada uno de esos cuadritos. A partir de aquí, iré contando muchas de las cosas que complementaron cada cuadro que llené en ese flujograma. El orden secuencial no creo lograr mantenerlo, pero en cualquier caso, todo forma parte del mismo camino, del cual ya se conoce el comienzo y el final.



domingo, 26 de julio de 2009

Capítulo III: El Preuniversitario

Como todo nuevo que va a la Universidad de Mérida, proveniente de alguna otra ciudad, llegue con mi caja respectiva. A pesar de que iba a vivir con una Tía, donde no me faltaría absolutamente nada, me enviaron con las cosas con conforman lo mas personal: champú, pasta de diente, jabón, papel “tualé”, etc. Precisamente por esta situación, de que viviría en casa de mi Tía, me asignaron una mensualidad que era mas que suficiente en Mérida para los gastos personales, como lo eran 800 bolívares
Recién salido de la Técnica, lo primero que hicieron en mi casa, con miras a que me fuera “aclimatando”, fue inscribirme en el Curso Preuniversitario.

Si no me equivoco, esta fue la primera vez que se hacia un curso preuniversitario en la ULA. Para esos días, había muchos problemas con el tema de los cupos para ingresar a la Universidad. Por ello, incluso existía un “comité de bachilleres sin cupo”, que se encargaba, semestre a semestre y año a año, a “luchar” por el cupo de los “sin cupo”. Una de las salidas que se ofreció fue precisamente este curso, mediante el cual se suponía que si no se tenia el cupo, pero se hacia el curso y se salía muy bien, quedando entre los primeros, se lograba entrar a la ULA, aunque no muchas veces en lo que uno quería, pero al menos era una opción
En mi caso, afortunadamente había salido seleccionado en Ingeniería Eléctrica, pero dado el hecho de que mis padres habían sido profesores de la ULA, aplicaba el caso de la asignación del cupo “de los gremios”, o de los hijos de profesores, empleados y obreros. De esta manera, a pesar de haber sido asignado por la OPSU a Ingeniería Eléctrica, que fue mi primera y segunda opción, debido a que la tercera fue para Ingeniería de Sistemas en la ULA también, y por el tema del cupo de los gremios, logré ingresar, a satisfacción de mi papá, en Ingeniería de Sistemas. A pesar de tener el cupo asegurado, mis padres habían decidido que me fuera de una vez a este curso, por un lado para ir agarrando el “ritmo”, y por otro, para irme preparando, académicamente, de manera de tener alguna ventaja al momento de comenzar los estudios reales en Ingeniería Y vaya ventaja que obtuve!

El Curso Preuniversitario consistía, principalmente, en unas clases basadas en unos libros que nos daban, de tapa morada que se distinguía a kilómetros de distancia, que complementaban unas horas de “vídeo clases” que nos daban en salones, a través de televisores. Aparte, se contaba con unos facilitadores, y regularmente, nos hacían unos exámenes de los temas vistos en la semana. Las aulas de clases se encontraban en La Hechicera, que en esos días era la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales (mejor conocida como “Economía”). Los salones de clase estaban en el ultimo piso de este edificio, lo cual era bien interesante, ya que para llegar a los mismos, había que atravesar prácticamente toda la Facultad; Pero, afortunadamente, la gente de economía no era tan salvaje como la de ingeniería, al menos con los nuevos de ingeniería.

Luego de las inscripciones de rigor, que todas las hizo mi mama, finalmente me dejaron en Mérida, y me llego el momento de ir a mi primera actividad de “universitario”, o en este caso, de “pre universitario”. Era una actividad que se realizaría los primeros días, en el auditorio “Ali Primera” de la Facultad de Ciencias Forestales. Este edificio estaba ubicado en la zona de los chorros, vía la hechicera, pero para llegar allí había que saber que transporte tomar, ya que no todos pasaban por allí Por mi experiencia cuando vivi en Mérida, sabia que debía tomar el bus de la ULA que iba a Forestal, lo cual hice. Al llegar, me pude ubicar fácilmente y llegar al auditorio, ya que tiempo atrás, en el año 1980, había “participado” en la Convención Anual de AsoVAC, en la que mi tía había estado en el comité organizador, y mis padres, especialmente mi papa, había participado, y cuyo punto focal fue este auditorio. Llegué, y conseguí muchas caras de susto, iguales a la que seguramente llevaba yo. Nos hicieron pasar, y por supuesto cada quien se sentó donde quiso. Luego de las presentaciones de rigor, donde el personal a cargo de la actividad indico que hacían, comenzaron las actividades propiamente dichas. Una de ellas, si no la primera, fue ir mencionando cada estado, y uno iba levantando la mano para indicar de donde venia, y de inmediato, solicitaban que nos fuéramos agrupando, para que, finalmente, nos sentáramos juntos todos los que venían de cada estado.
Lo primero que me sucedió, fue que al explicar la actividad que se haría a continuación, me surgió la duda de a que estado pertenecía yo: había estudiado una parte en Trujillo, otra en Mérida, finalmente en Barinas, y de hecho en mis papeles decía que era del estado Mérida. Luego de unos minutos de indecisión, mencionaron al estado Barinas, y decidí montarme en ese bus. Acto seguido, nos sentamos juntos; al comienzo pensé que no conocería a nadie, pero resulto que estaba en ese grupo Kleber Pérez, el hijo de unos amigos de mis padres, y con quien había compartido en reuniones familiares donde nos habían invitado. Resulto ser que yo era el único, de ese grupo de barinas, que había estudiado en un liceo publico; ademas, era el único que no conocía a nadie, excepto a Kleber, quien afortunadamente si conocía a muchmuchísima gente del grupo, creo que a todos, de hecho. El y todo el nutrido grupo, iban a la ULA en busca de cupo para estudiar Medicina. Podría decir que éramos un grupo de al menos 20 personas, de las cuales resulto suceder que solo 3 personas del mismo no íbamos a estudiar medicina, y casualmente, los 3 íbamos a estudiar Ingeniería de Sistemas. Así, conocí a Aura Mosquera y a Mario Gil. De inmediato, nos sentamos juntos los 3. Durante la mañana se repitió la misma actividad para el resto de los estados, hasta que finalmente estaban conformados todos los grupos. Al regreso del receso que tuvimos, nos conseguimos con un hecho bien particular, como fue que había un grupo de estudiantes de la Universidad que estaban pidiendo la palabra para darnos la bienvenida. Luego de que los presentaron, comenzaron a darnos unas palabras de bienvenida, para finalmente terminar cantando lo que habían llamado el “himno del nuevo”, que para variar, era la primera vez que se cantaba como me entere años después El autor del acto: Rafael Mora, estudiante de Ingeniería de Sistemas, quien posteriormente jugaría un papel muy importante en mi vida. Finalmente, nos informaron que una vez creados los grupos, las actividades se llevarían a cabo en La Hechicera, donde estaban ubicadas las instalaciones del curso pre-universitario
Al finalizar las actividades de la mañana, decidimos, el grupo de Barinas, irnos juntos, tal cual hicieron el resto de los grupos. Del nuestro, nadie había estado en Mérida antes excepto por mi, por lo cual trate de tomar el liderazgo, y de orientar lo que debíamos hacer para irnos, pero no tuve éxito. Por ello, el grupo decidió bajar caminando desde la facultad de forestal, hasta el centro, lo cual era una locura, pero en este caso, la mayoría se impuso.

Todos íbamos con los libros morados bajo el brazo, lo cual nos identificaba como alumnos pre-universitarios. Ademas, muchos grupos, los que andaban igual de perdidos que el nuestro, decidieron también bajar caminando. Cuando irremediablemente llegamos al frente de lo que para ese entonces era la Escuela Básica de Ingeniería, que esta al lado del comedor de los chorros, saltaron los estudiantes sobre los grupos mas pequeños de pre-universitarios, formando círculos alrededor, y gritando cualquier cantidad de cosas, para finalizar cantando el himno de los nuevos. A nuestro grupo también le toco, pero como éramos uno de los mas grandes, y donde habían mas hombres, pues también comenzamos a replicar, y estuvimos a punto de caernos a golpes con quienes nos agredían, pero para ellos fue mas fácil dejarnos pasar y dedicarse con algún otro grupo mas pequeño. Por supuesto que comenzamos a correr, vía la salida de Mérida, para finalmente bajar por la Av. Universidad vía el centro. En una parada del bus de la ULA a la cual llegamos, les explique lo lejos que estábamos, y que era necesario que nos moviéramos en algún medio de transporte, por lo cual accedieron a montarse en un bus que pasó en esos momentos. Bajamos, y nos quedamos en la parada que hacia el bus en ese entonces mas arriba de la plaza Bolívar, frente a la venta de churros, por lo cual les explique que eso era algo tradicional, y hasta compramos algunos churros para probarlos. Seguimos bajando, hasta que llegamos al viaducto. Unos decidieron irse a comer por su cuenta, pero otros nos quedamos para almorzar juntos. Por la Av. 4, media cuadra abajo del viaducto, estaba un restaurancito de comida italiana, donde nos dimos el lujo de comer. Para algunos, era la primera vez que comíamos y pagábamos la comida, la primera vez que nos sentíamos “independientes”.

La rutina fue básicamente la misma todos los días: en la mañana a la Hechicera a las clases del Curso Preuniversitario, y en la tarde, a echar carro por ahí (aunque se suponía que estuviéramos estudiando). Uno de los recuerdos mas importantes que tengo de esos días, es el de las comidas. Los primeros días, fue muy interesante la vida, debido a que siempre comíamos en restaurantes. A pesar de lo baratos que son, en comparación con cualquier otro sitio en el mundo (al menos por aquellos días), llego el momento en que la gente que no vivía en las condiciones en las cuales tuve la oportunidad de vivir, le llego la hora de buscar opciones mas economices El comedor universitario aun no era una opción, ya que no habíamos entrado a la universidad, por lo cual buscamos un comensal que quedaba como media cuadra abajo de la plaza “El Llano”, y que se llamaba “The Place”. Allí comenzamos a ir diariamente, costaba como 12 bolívares el almuerzo, que era uno de los mas caros de los “comensales” que existían en ese momento. La verdad es que yo iba mas por la faranduleria que por necesidad. Paso el tiempo y nos hicimos clientes, de manera que incluso, si llegábamos tarde, nos hacían comida, pero al final, tiempo después, nos vimos en la obligación de retirarnos, ya que subieron el almuerzo a 18 bolívares, lo cual era un insulto, y simplemente no lo podíamos pagar. Para cerrar este capitulo de “The Place”, resulto ser que la muchacha que nos atendía, que creo era hija de la dueña, se llamaba María Alejandra Dávila, quien actualmente es Diputada a la Asamblea Nacional.

Mientras asistía a mis clases del Preuniversitario, se iba concretando el tema de mi entrada a la Universidad. Todo iba estando listo para el momento del ingreso, que realizaría, por supuesto, con muchas otras personas, entre ellas, Mario, con quien comencé desde el comienzo del preuniversitario.
Los espacios del Preuniversitario, en La Hechicera, eran unos salones todos seguidos, y que por la parte de atrás tenían un pasillo. El día que finalmente Mario y yo nos inscribimos, nos fuimos juntos a la hechicera, pero en lugar de entrar a clases, nos fuimos por el pasillo posterior de las aulas, y comenzamos a caminar por el mismo, abrazados, y gritando “prenuevos, prenuevos”, lo cual nos causo una gran satisfacción, e hizo que aumentaran nuestras listas de enemigos. Hasta ese día fuimos a las clases, en el curso, y hasta ese día tuvimos que cargar los libros morados que, gracias a Dios, por poco tiempo nos acompañaron.

Es válida la oportunidad para comentar que la idea del curso preuniversitario fue (la verdad que no se como se hace ahora) una oportunidad, cuando menos, interesante, y que en su momento daba la sensación de “solucionar” el tema del ingreso a la universidad. Era como una “democratización” del ingreso, lo único era que la gente que se inscribía en este curso, no conocía las oportunidades de ingreso reales. Por ejemplo, para el momento en el cual yo tuve la oportunidad de ingresar a la Universidad, para Ingeniería de Sistemas, sencillamente, no habían cupos, ya que todos estaban destinados a los gremios; para ese entonces, las carreras preferidas eran, precisamente, Ingeniería de Sistemas, Derecho y Medicina, que debido al auge que tenían, pues los cupos eran insuficientes. Así, el curso tenía opciones de desviarse a un “negocio”, donde la gente se inscribía con la esperanza real de poder ganarse un cupo, pero al final, esa esperanza se veía truncada por la cruel realidad de que si había cupos, pero en carreras que no eran de la elección del pretendiente. Aparte de eso, pude ser testigo de como, gente relacionada con el mismo curso, vendía cupos que realmente no existían. Mejor dicho, cobraban por darle esperanzas a la gente de que les conseguirían el anhelado cupo en la carrera que querían, por lo cual cobraban en moneda y en especies... Mucho tiempo después, me tocó atender un caso similar pero con los cambios de núcleo, para el caso de la gente que venía de Ingeniería en el Núcleo de Trujillo para el profesional en Mérida, pero eso es parte de unos capítulos más adelante.

En cuanto a la experiencia para mí, repito que fue, cuando menos, interesante. Muchas de las personas con quienes vi clases en el preuniversitario, fueron luego compañeros de estudio en la universidad, por lo cual, se nos hizo fácil (quizás demasiado), integrarnos. Académicamente hablando, la verdad es que no le paré absolutamente nada a las clases, por lo cual, de esa materia, no podría opinar...

domingo, 12 de julio de 2009

Capítulo II: El Ingreso a la Universidad

Finalmente, se dio el ingreso a la universidad. Para los “nuevos”, había organizado la División de Asuntos Estudiantiles (DAES), unas actividades, que principalmente consistían en unas charlas por 2 o 3 días, y que terminaban con la entrega de la primera Constancia de Inscripción.

Una de las charlas fue acerca de lo que se supone que es la vida del estudiante; allí nos explicaron como se suponen que eran las cosas (un poco alejado de la realidad, pero eso si, muy académico todo), y me causo una impresión tan grande el impacto que tenia esta charla en los jovenes nuevos, como lo era yo en ese momento, que años después logre que me permitieran dar dicha charla a los de nuevo ingreso de Ingeniería. Parte de lo que se conversaba en estas charlas estaba relacionado con un elemento que se supone es de suma importancia en la universidad. No, no son los estudios, sino el SEXO. Ello era bien interesante, por cuanto era la primera vez, al menos en mi caso, en la cual me hablaban, abiertamente y ante un publico de al menos 70 o mas personas, del tema. Por supuesto que en la casa mis padres siempre fueron lo suficientemente abiertos y claros al respecto, como para llegar con todo el conocimiento que podía tenerse, pero ciertamente era toda una aventura que causaba mucho regocijo, sentirse que ya se estaba fuera del capullo al poder, inclusive, opinar públicamente al respecto. Y lo mejor era que incluso, había muchachas que opinaban, como por ejemplo la nunca olvidada Iskra, que en plena charla pregunto algo así como “ que si era malo tener relaciones sexuales con varios hombres”, lo cual, después de recoger las mandíbulas de la impresión que nos produjo al menos al 97% de los hombres presentes, causo mucha bulla, ruido, pitas, y por supuesto, deseos de ser amigos de Iskra, ademas del hecho de que Iskra era una de las muchachas mas interesantes del grupo; Debo decir, en honor a la verdad, que estaba MUY BUENA.

Otra charla, que también produjo una honda impresión en mi, fue la que correspondió al centro de estudiantes. allí se presento, nada mas y nada menos, que EL FANTASMA, Diógenes Andrade mismo, y se lanzo uno de sus discursos. Pero decir que recuerdo lo que nos dijo (así como recuerdo lo que dijo Iskra), seria mentir, pero la impresión que me causo fue el lenguaje que utilizo: dijo groserías, malas palabras, grito, escupió, batió las manos, apunto a los profesores presentes, en algunas ocasiones en forma amenazante, llamándolos de distintas maneras “no formales”, lo cual, repito, me llamo muchísimo la atención, ya que no había visto eso, a pesar del tiempo que había podido compartir con los estudiantes de mis padres. Ese impacto implanto algo que después se fue desarrollando, pero a lo cual me referiré en otro capitulo...

Otras charlas fueron sobre DAES, las becas, OCRE, el RR o “ regreso al rancho” (que para ese momento era algo imposible de entender), los deberes, derechos, la biblioteca, hasta que finalmente, llego el momento donde se formalizaba el hecho: nos entregaron nuestra primera Constancia de Inscripción. A mi me habían asignado 5 materias: Calculo 10, Algebra 11, Química 11, Sistemas de Representación 10 y Sociología. también nos dieron el horario, según el cual, el siguiente lunes, a las 7 de la mañana, tenia clases de Sistemas de representación 10, en un salón 202 o algo así.

Desde que llegue a Mérida, y conocí a Mario, su casa se había vuelto el lugar de encuentro por excelencia, y es que había un factor interesante al respecto, y era que el vivía con su hermano, que estudiaba Ingeniería Eléctrica, y compartía el apartamento con 2 personas mas, que también estudiaban eléctrica, y todos eran del profesional, por lo cual, podíamos sentirnos realmente estudiantes de ingeniería, al compartir con ellos. Al salir de la ultima charla, nos fuimos a casa de Mario. Alla, al ver el horario (era el mismo, ya que teníamos las mismas materias), lo primero que nos dijeron fue que debíamos estar alla a primera hora, mejor incluso antes de que comenzaran las clases, para evitar la “ recepción” que se le hacia a los nuevos. Y es que en esos días, la cosa era ruda! Yo me metí esa recomendación en la cabeza, y me fui preparando para el gran día.

Como había vivido en Mérida, y había incluso estado en el preuniversitario, sabia la rutina que debía seguir para ir temprano a clases. En ese entonces, el Básico de Ingeniería estaba en la vía a los chorros, donde esta actualmente el comedor de los chorros. Yo vivía en Las Tapias, de manera que me fui a eso de las 6 de la mañana, de manera de subir hasta el viaducto, que era donde llegaba o bien la “buseta” de La Parroquia, o las de Ejido; y de allí, agarraría el Bus de la ULA, por primera vez como estudiante y digno merecedor de la “colita”, hasta llegar alla. así lo hice, y muy temprano, a eso de las 6:45, estaba en el Básico. Entre, pero al comenzar a ver los números de los salones de clases, todos eran de 2 números, y el numero del salón donde me tocaba mi primera clase, era de 3 cifras. Eso hizo que recorriera como mil veces el básico, y nada, y a pesar de que iba llegando gente, no me atrevía a preguntar para que no se supiera que era un “nuevo”. Estaba pendiente de que llegara alguien que conociera, pero nada, esperaba que llegara Mario, y nada tampoco, y como para la época no existían los celulares, pues estaba cerca de la desesperación. De repente, llego una cara conocida: era un amigo de por donde yo vivía, que le llamábamos “ Tubal”, y que estaba por terminar el básico. Me le acerque, nos saludamos, y le pregunte sobre el salón. Luego de que me explico que había un básico de arquitectura, que eran unos edificios ubicados cerca de los de ingeniería, y que allí era que tenia clases, me dijo: “ahora corre, porque voy a gritar que eres un NUEVOOOOOOOOO”. Pues yo corrí, y corrí, hasta que llegue al básico de arquitectura, donde efectivamente daban las clases de Sistemas de Representación. Al ubicar el salón, entre y me conseguí a Mario, muy risueño, allí metido, y le reclame que como el sabia, y por supuesto la respuesta fue obvia: su hermano le explico, por lo cual le reclame, con mas ahínco, el que no me hubiese llamado el fin de semana a la casa para explicarme. allí finalmente nos conocimos todos los que estábamos comenzando juntos la aventura, ya que éramos un grupo con algunas particularidades. Que recuerde, estábamos: Mario, Delyana, Nolly, Jorge, Igor, Astrid, Ruben, Rafael “ el gringo”, Oswaldo, Maria Alejandra, Leonardo (Erazo), y todos aquellos que no recuerdo en este momento; y el profesor era Oswaldo Méndez.

allí tuvimos clases desde las 7 hasta las 10, cuando teníamos clases en el propio básico de ingeniería. Aunque no lo sabíamos, las cosas se iban a poner mejores (o peores, realmente). En esos días, había una sola entrada al Básico, que para colmo de males era un pasillo. Cuando salimos de la clase, y nos dirigimos hacia el Básico, vimos el espectáculo dantesco que se estaba llevando a cabo en dicho pasillo, donde los estudiantes de los semestres anteriores, particularmente del semestre anterior al nuestro, habían formado dos filas, una a cada lado del pasillo, por donde obligatoriamente tenían que pasar los nuevos. Al acercarnos, vimos como trataban a los nuevos: tenían un casco de obrero, donde habían preparado una especie de “ menjurje”, el cual era rociado a todos los nuevos, aunque principalmente a las nuevas, que pasaban por el “túnel”. Los lideres de la agresión: un tal Rafael Mora, y un tal Juan Carlos Bencomo, mas todo aquel que, habiendo sido victima en su momento de una agresión igual, pues aprovechaban para “lanzar la piedra y esconder la mano”. A Rafael ya lo conocíamos algunos, los que estuvimos en el preuniversitario, ya que alla llego a dedicarnos “ el himno del nuevo”, y después también se deleito con algunos grupos de nuevos que pasaron por frente al básico, de bajada de la facultad de forestal.

Esto del túnel era como una especie de rutina, a la que uno no le quedaba mas que acostumbrarse o morir en el intento. Todo aquel que entraba en ese túnel, no tenia otra que aguantar, ya que resistirse era peor, porque hacia que salieran las acciones mas perversas de quienes participaban en el hecho. Una forma de diferenciar a los nuevos de los “no nuevos”, era con el carnet, por lo cual, todos aquellos que tenían carnet, se pegaban a las paredes, es decir, pasaban por detrás de quienes formaban ese túnel, y mostraban su carnet, con lo cual quedaban exonerados de la dosis de sufrimiento y vejación que le tocaba a todos aquellos que, por una parte, decidían atravesar el túnel, o a aquellos que no podían demostrar que no eran nuevos. Yo, me fui haciendo “el loco”, y me fui escurriendo por las paredes, y hasta gritaba y apoyaba a quienes estaban torturando a alguna(s) victima(s), hasta que en un momento, alguien me vio, y reconoció que era un nuevo, pero ya era tarde, por cuanto ya estaba dentro de lo que se podría denominar “zona segura”, es decir, ya había entrado al Básico. De verdad que no recuerdo a quienes, de los que veníamos juntos, les toco pasar por el túnel, básicamente porque ya era todo un logro el haber pasado sin que la agarraran conmigo. Una vez adentro, pues continuo la jornada estudiantil. Si no recuerdo mal, ese día tuvimos clase de Sociología, con el Prof. Roberto Chacon. Nuestra clase no recuerdo que haya durado hasta las 12, pero lo cierto del caso fue que al salir, las huestes asesinas se habían ido para el comedor, donde estaban haciendo fiesta con los nuevos que se estrenaban en el mismo. Afortunadamente, no me toco a mi ese privilegio, sino dentro de muchos años después.

Los días fueron pasando con bastante normalidad. Para ese entonces (no se si aun sucede), la facultad de Ciencias apoyaba con clases como los cálculos, las físicas y la química, así como Humanidades apoyaba en lo que era sociología. Un día de la semana, nos toco clases de Química 11, y en salón, nos enteramos que nuestro profesor iba a ser Geza Holzhaker (espero no estar muy errado al escribir su nombre). La verdad es que las clases eran bien entretenidas, y el profesor se esmeraba en utilizar tizas de muchos colores al dar las mismas. En lo personal (y creo que era algo que sentíamos todos), no entendía nada. La verdad es que nunca tuve mucho apego con la química, y mas por el hecho de que en bachillerato, mi profesor fue muy buen jugador de bowling; y no es un decir, el profesor era el campeón de Bowling del estado Barinas, y bueno, realmente nunca vimos clases, sino que al final, cada quien se ponía su nota. Entre eso, y que el Prof. Holzhaker tenia una forma bien particular de dar la clase, la verdad es que no entendía nada. Llegado cierto punto en el semestre, alguien se atrevió a preguntarle al profesor que como se hacia para entenderlo, y el respondió: “pues para eso utilizo los colores! lo rojo va con lo rojo, lo azul con lo azul...” Honestamente no se si lo hizo en broma, pero lo cierto es que, por una parte, los colores se regaban por el pizarrón de forma tal, que no era muy fácil conseguir el orden en el cual iba cada cosa de un color, y por otra, pues yo no entendía, y sinceramente no tenia ningún interés en entender esa “entropía”; por otra parte, en el cuaderno todo estaba de un mismo color, y en el orden en que se iba escribiendo en la pizarra, así que ya era inútil ponerse a arreglar ese desastre.

Otro día, tuvimos nuestra primera clase de Calculo 10. Yo iba muy preparado, puesto que en el ultimo año de la Técnica, se supone que nos habían dado un avance de lo que veríamos en los primeros semestres de la universidad; lo único malo es que yo creo que el profesor de la Técnica estaba muy desactualizado, o el profesor que nos toco, al ser de Ciencias, pues tenia otro “temario” por el cual darnos clases. Lo cierto del caso es que como media hora después de haber comenzado la clase, ya había visto todo lo que según el profesor de la técnica, iba a ver “los primeros semestres”, de manera que estaba pisando terreno inestable, y comenzaba a conocer a unos “musiues” que me hicieron la vida imposible: piskunov, demidovich, Leithold. Nada de los ya conocidos Baldor y Navarro, que era casi un pecado mencionarlos. A pesar de los grupos de estudio, y que incluso, el profesor iba a explicarnos, me dedicaba mas a preparar la parte final de las estudiadas de calculo, que siempre terminaban con una “palamentazon”, que incluía en muchas oportunidades, al profesor. Nos hicimos muy amigos de el, y eso me sirvió para “relajarme” y sentirme cómodo con la materia, hasta que llegue al primer examen, situación que no mejoro ni en el segundo, ni en el tercero, pasando por encima dela barda en vivo y directo a reparación, donde, como dijo un muy conocido por todos: “no se lograron los objetivos”. De Algebra, ni hablar. No di pie con bola, lo cual, en conjunto, conllevo a unas notas, que cuando se las di a mi papa, me pregunto que si era la cuenta regresiva de un cohete: Solo pase Sociología (como era de esperarse, porque era solo leer, interpretar y hacer presentaciones (lo que si me gustaba y aun me gusta), y también pase Sistemas de Representación, pero en las materias importantes, me fue muy, pero muy mal. Por supuesto, que mis padres, como profesores universitarios, me dijeron que bueno, el proceso de adaptación, el tiempo, la responsabilidad, el primer semestre... Pero que para el siguiente semestre debía pasar TODAS las materias que agarrara, entre las cuales deberían estar las tres marías. En mi favor, confieso que un día, muchos días después de que vimos clases, e incluso de que pase la materia, hubo una confesión de parte del profesor que nos dio inicialmente Calculo 10, quien comento que el siempre quiso estudiar Ingeniería, pero nunca tuvo la manera económica de hacerlo, por lo cual tuvo que estudiar ciencias, y específicamente matemáticas, y por ello, no podía tratarnos a los de ingeniería igual como trataba a los de arquitectura, donde también daba clases, y donde las estadísticas de los que pasaban por semestre eran normales, nada comparado con las notas de la gente de ingeniería, donde no pasaba prácticamente nadie, y los que pasaban, como fue el caso de Rubén, de Carlos y otros pocos mas, lo hacían porque realmente se fajaban casi que solo a estudiar esa materia. Esto solo es un ejemplo de las cosas a las cuales uno se enfrenta en la Universidad. La idea no es hacer un juicio de valor, sino por el contrario, hoy en día, mostrar como hay una conexión directa entre lo que es la vida “real”, y lo que se vive en la Universidad, ya que los imponderables y las situaciones que no dependen de uno, son el día a día de cualquier ser humano, lo cual, como se ve en este caso, se aprende en la universidad. Como dice la canción: lo horrible se aprende enseguida lo hermoso nos cuesta la vida; en este caso, me toco aprender que debía poner orden en mis estudios, aunque, como se vera mas adelante, no lo tome muy en serio sino hasta que paso mucho tiempo.

Por esos primeros días hubo otras cosas muy interesantes que comenzamos a hacer, como por ejemplo, las idas al Valle a disfrutar de la noche y del frío con, al comienzo, una botella de canelita, lo cual, poco a poco se fue transformando en muchas; el descubrimiento de La Barca Uno, y lo barato que costaba una caja de tercio de regional, lo cual caia muy bien con la información que habíamos conseguido de que “una cerveza antes del almuerzo abría el apetito”, como si nosotros estuviésemos famélicos por la falta de hambre; los primeros días del grupo de estudio, en casa de Astrid, donde de verdad estudiamos, y también conversamos mucho y pasamos momentos realmente interesantes y dignos de recordar. Comenzábamos a conocernos, comenzábamos a recorrer el camino.

Todo esto fue alrededor de octubre-noviembre del 87, época en que los profesores, empleados y obreros reclamaban por distintas razones, aunque la principal era por el sueldo y su situación económica. Esto conllevo a que, como 2 o cuando mucho 3 semanas de haber comenzado nuestras clases, comenzó un paro indefinido de profesores, lo cual obligo a que se viera truncado este inicio de clases. El paro duro no se cuantos meses, pero fueron al menos 4, por lo cual, y con diciembre en medio, me tuve que ir a Barinas a la casa. Por supuesto que me fui con todos los cuadernos, los libros, los materiales, guías, copias y todo, porque iba a aprovechar de estudiar. El único detalle, como me sucedió todas las veces que hice lo mismo, hasta que deje de hacerlo, fue que al regreso me vine yo, pero deje todos los cuadernos, materiales, libros, guías y copias, puesto que ni siquiera sabia donde los había dejado el día que llegue, lugar donde quedaron, y por las telarañas que tenían encima, pues no los vi.

Luego, el reinicio fue igual que el inicio, solo que sin los herejes torturadores de nuevos. Luego vino el proceso de carnetización, y las cosas fueron mejorando. conocí gente de otras Ingenierías, y me reencontré con viejos amigos. En vista de que para esos días, mis padres eran de las filas de acción democrática, llegue a Mérida con una tarjeta que le dio el que era Presidente de la FCU a mi papa, para que lo buscara. El Presidente de la FCU en ese tiempo era Rafael Mora, pero no el de Ingeniería, y aunque suene extraño y no se pueda creer, era de acción democrática. Eran otros tiempos. De hecho, a ese Rafael Mora, le decían “Burro con Sueño”, y tengo entendido que es la razón por la cual al otro Rafael Mora le dicen “el Burro”, ya que al llamarse igual los dos, uno era Burro con sueño, y el otro era el Burro de Ingeniería. Luego conocí a otro Burro de Ingeniería, Ramón Rojas, que era de Ingeniería Química, pero de ese si no se por que le dicen “el burro”.

Esos avatares políticos me llevaron, un día, a conocer al “fantasma”. Tuve una reunión donde me presente, y le dije que quería formar parte de las filas del movimiento 21, lo cual no hubo problema para que se concretara. En esa época estaban en la facultad: Manuel Deza, Miguel Rodríguez, Rosaura (no recuerdo su apellido); como todo nuevo en un movimiento estudiantil, comencé haciendo pintas en las calles, pegando afiches en alguna elección, y por supuesto, peleando por lo que fuera menester. Fueron tantas las cosas que hice, que le dedicare todo un capitulo (quizás requiera mas) al tema.

En el año 91, ya cerca del profesional (aunque debería haber estado cerca de graduarme, lo cual me recordaba mi mama a cada rato), en octubre para mas señas, asistí como participante al IV Congreso de Ingeniería de Sistemas, que se realizo, si no recuerdo mal, en el hotel la pedregosa. El ver a gente conocida organizando el evento, y el ambiente que había, donde egresados iban a hablar de su experiencia en el trabajo, y como había influido la Universidad en su desempeño profesional, me causo un gran impacto, ademas de que, por supuesto, hacían unas fiestas increíbles! Yo comencé a aplicar una técnica que conocía desde hace mucho, que era pedir que me dejaran aprender a cambio de mi trabajo. así, sucedió una de las cosas mas importantes en mi vida. Por mi tamaño, y mi disponibilidad para trabajar en los Congresos de Sistemas, en alguno de ellos, por fin me dieron la oportunidad de comenzar a trabajar en el comité organizador. Mi trabajo: “acompañar” al encargado del sistema de inscripción, un muchacho de apellido Mousalli, que andaba en silla de ruedas. Mi trabajo, era asegurar que llegara donde tenia que llegar, que por ejemplo, ya era una aventura que entrara a la antigua sede del profesional de ingeniería, por cuanto lo que había eran unas laminas de cemento, intercaladas con grama, que por supuesto, hacían que fuera todo un martirio que una silla de ruedas andara. así, llegado el Congreso, me toco llevarlo al mismo, para que manejara el sistema de inscripción que había desarrollado, y quizás, no lo se, hasta vendido, y luego, básicamente, me tocaba estar a su lado para atenderlo en lo que necesitara. Esto permitió que me pusiera a ver lo que hacia, el software que utilizaba, y comencé a preguntar y a aprender. La relación fue tan buena, que si no recuerdo mal, el año siguiente ya se estaba trabajando con un sistema que yo había desarrollado, de manera que aunque no me asignaron a alguien que me atendiera como atendía yo a Mousalli (tampoco lo necesitaba), pues eso me permitió alcanzar grandes satisfacciones, y sin saberlo, comenzar a desarrollar lo que en el futuro seria mi base de sustento. A partir de allí, fueron muchos los congresos en los que participe, los sistemas que hice, las ponencias que presente, e incluso, hasta un viaje a Margarita hicimos con todos los gastos cubiertos por la ULA. Pero, como indique anteriormente, es tanta la información que también le dedicare algún capitulo en especial al tema.

En estos días, casualmente, recibí un correo con una lista de cosas que se deben saber antes de entrar en la Universidad. Me parece que encaja perfectamente en esto que intento escribir, y aunque no tiene el nombre de quien lo escribió, puesto que son esas cosas anónimas que andan por ahí, dejo claro que no es producto mío, y que todo el crédito se lo debe llevar quien lo haya escrito. Ojala uno, cuando va a entrar a la universidad, tuviera la madurez suficiente como para creer que todo esto es muy cierto...

1. No importa cuan tarde sea tú primera clase, igual te vas dormir.


2. Vas a cambiar completamente y no te darás cuenta 


3. Puedes amar a varias personas de manera diferente.


4. Los alumnos de la universidad también tiran avioncitos de papel durante la clase.


5. Si vas a clases con zapatos, te preguntarán por qué andas tan elegante. 


6. Cada reloj del edificio muestra una hora diferente.


7. Si eras inteligente en el colegio, en la universidad no cuenta.


8. No importa todo lo que prometiste al salir del colegio, irás a las fiestas de la Universidad, aunque sean la noche anterior al examen final.


9. Te puedes saber toda la materia y te irá mal en el examen. 


10. Puedes no saber nada de la materia y sacarte un 7 en el examen.


11. Tu casa es un lugar perfecto para ir de visita.


12. La mayor parte de la educación es adquirida fuera de las salas de clase. 


13. Si nunca tomaste, vas a tomar.


14. Si nunca fumaste, vas a fumar.


15. Si nunca cogiste, vas a coger.


16. Si no haces nada de esto durante la universidad, nunca más en la vida lo harás, a menos que entres de nuevo a la universidad.


17. Te vas a transformar en una de esas personas que tus padres te aconsejaron alejarte de ellas.


18. Psicología es en verdad biología

19. Biología es en verdad química

20. Química es en verdad física

21. Física es en verdad matemáticas; O sea, aunque estudies años, igual no vas a saber nada de nada.

22. Más del 90% del tiempo que pasas frente a la computadora, la pasas chat, bajando música, revisando el correo o cualquier otra cosa nada de hacer tareas. (Bueno, en mi caso, no habían todas estas cosas)


23. Sentir depresión, soledad o tristeza no son exquisiteces de quien no tiene nada que hacer.


24. Siempre prometerás que el próximo semestre estudiarás más y festejarás menos pero siempre ocurrirá lo contrario.


25. Las únicas cosas que valen la pena en la universidad son los amigos que conocerás allá.


26. No verás la hora de terminar la Universidad.


27. Cuando termine te vas a dar cuenta de que fue la mejor época de tu vida.

miércoles, 24 de junio de 2009

Capítulo I: Adiós a la Técnica


Desde muy pequeño, siempre me apasiono el desarmar cosas, para hacer otras. Especial atención tenia con las cosas eléctricas, y en particular los carritos de las pistas eléctricas de la época, ya que por lo general los desarmaba, y hacia aviones de paletas de helado, con motor de verdad verdad, para lo cual utilizaba el motor de los carritos eléctricos, y una batería.

Siempre quise también ser militar. Por eso, había decidido por mi parte, que me iría al Liceo Militar, que en esa época el único que conocía era el Jáuregui. Yo había planificado todo, pero llegado el momento, mi mama me convenció de que estaba muy pequeño, y que no me iba a ver crecer, por lo cual llegamos a un acuerdo: que no iría al Liceo Militar, pero al graduarme de bachiller, iría a la Academia Militar. Cerramos el trato.

Llegado el momento, decidí que quería estudiar en la Escuela Técnica. En ese momento, vivíamos en Trujillo, por lo cual me inscribieron en la Escuela Técnica Industrial “ Laudelino Mejías”. Dado que mis padres eran profesores universitarios, y de hecho trabajaban bastante con la Universidad Nacional Abierta (UNA), pues conocían a mucha gente que daba clases en la Técnica. Así comencé mis estudios, con miras a salir como Técnico Medio en Electricidad.

Los dos años y algo que estuve en la Técnica de Trujillo, fueron muy buenos. Los primeros amores, las primeras fiestas, el comienzo de la independencia. Para esos días, el tema de las drogas y la inseguridad no era como hoy en día, o al menos no se publicitaba tanto, por lo cual, yo andaba prácticamente solo para ir desde mi casa, hasta la Técnica, y por supuesto el regreso. En las mañanas eran las clases “ tradicionales”: matemáticas, castellano, biología, etc. En las tardes, taller, donde nos dedicábamos a realizar practicas de distintos tipos. Los primeros años, se hacían practicas de herrería, carpintería, construcción y electricidad, para luego, hacia el final de los estudios, dedicarse a practicas del área especifica por la que iba uno, en mi caso de electricidad. Era como un “ ciclo básico”. Eso me permito aprender a manejar equipos, conocer técnicas y en general, aprender lo que podríamos llamar la base de los “oficios”. De repente, mi papá consiguió un trabajo en Mérida, de manera que para el año 85, en el tercer año, y al finalizar el primer trimestre, me fui a la Escuela Técnica Industrial “Manuel Antonio Pulido Méndez”.

En Mérida todo era muy distinto. En la Técnica estudiaba gente de muy bajo nivel económico, y era muy común que se vieran robos en las áreas de la institución, y problemas de drogadicción. Con respecto al nivel académico, concluyo que por estar tan cerca la Universidad, había una influencia que definitivamente hacia distinta la Técnica de Mérida con la de Trujillo. En Mérida no se salía como Técnico Medio en Electricidad sino en Electricidad y Electrónica, por lo que había mucho trabajo en el área de la electrónica. Compre mi primer “protoboard” y andaba con mis circuitos hechos para arriba y para abajo. En Trujillo para “taller” utilizábamos una braga azul, mientras que en Mérida se utilizaba una bata blanca. Este hecho fue interesante, ya que en la Facultad de Medicina de la ULA, para entrar a ver los muertos, lo único que exigían era tener una bata blanca, por lo cual, en repetidas oportunidades, nos escapamos, el grupito que uno siempre tiene, a ver los muertos que utilizaban en las practicas de medicina. Por lo general terminaba con pesadillas los días que hacia eso.

El estudiar en Mérida me permitió conocer la ciudad, a pesar de haber nacido y vivido en ella hacia mucho tiempo. Aprendí las rutas de transporte, los sitios, y lo mejor, a utilizar el bus de la ULA, lo cual era toda una experiencia, porque por una parte, era gratis, y por otra, sentía que ya me confundían con todo un estudiante universitario. A pesar de que por lo general, los estudiantes mas revoltosos del bachillerato son los de la Técnica, nunca me metí en ninguna protesta ni manifestación.

En Mérida tuve mi primera novia, Carol. Siempre salíamos en parejas, y nos íbamos a Santa Elena, a una placita, a hablar y a intercambiar los primeros besos. También fui a las primeras fiestas de adolescentes, donde por lo general se bebía ron como locos, y siempre terminaba alguien ebrio y acabando con la fiesta. Prácticamente todos mis compañeros de clases vivían en los alrededores de la Técnica (santa juana, santa elena, incluso muchos hacia la zona del chama), y prácticamente yo era el único que vivía hacia otra parte de la ciudad, en este caso, las tapias. Hacia finales del año escolar, mi papa nos dio la noticia de que debíamos mudarnos. En este caso, para Barinas, ya que el había conseguido entrar en la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales (UNELLEZ). A diferencia de la mudanza anterior, donde se fueron adelante mis padres con mi hermano, y yo me quede a terminar el primer trimestre, en este caso, aprovechando el final del año, nos íbamos a Barinas solo mi papa, mi hermano y yo, y mi mama se quedaba en Mérida, trabajando, hasta tanto consiguiera el traslado de la ULA a la UNELLEZ. Recuerdo que fueron momentos muy difíciles, ya que tenia, por ejemplo, que dejar a mi primera novia. Llore mucho, pero realmente no era mucho lo que podía hacer al respecto, ya que la decisión estaba tomada. Por esos días finalizaba también la novela que pasaban en Venezolana de Televisión, “La Dueña”, que nos agrupaba a todos a verla. Recuerdo que vimos el capítulo final todos juntos, y por esos días fue el final también de mi estadía en la Técnica en Mérida.

A Barinas llegamos, los tres hombres de la casa. Los primeros días, antes del inicio de las clases, recuerdo que pasamos horas en uno de los pasillos cercanos a la oficina del Rector, y del Consejo Directivo, esperando una decisión referente a la entrada de mi papa a la Universidad. Allí caminamos, hablamos, esperamos mucho, hasta que al final nos dieron la noticia. No recuerdo cual fue, pero significaba la formalización de nuestra estadía en Barinas. Nos mudamos a lo que se llamaba la “zona rental”, donde habían unas casa pequeñas, que llamaban “las cabañas”. A nosotros nos toco la numero 12, que estaba en todo el centro de dicha zona. Era una casa muy pequeña, con solo 2 cuartos, un baño, un área de lavado, la cocina, y el área de comedor y sala. A pesar de lo pequeño, era bastante cómoda. La Universidad esta ubicada en la entrada a lo que se denomina “Alto Barinas”, que son urbanizaciones muy recientes, principalmente de profesionales, por lo cual se consideraba, por parte de la gente que vivía en Barinas, que esa era la urbanización de los “ricos”, a diferencia de la parte baja de la ciudad, donde esta la zona original, y por supuesto se han ido creando zonas nuevas, no planificadas, donde se supone que vive la gente “pobre”. Es interesante esto, aunque suene "clasista", pero fue una de las cosas que más me impresionó de la ciudad.

Por supuesto que yo, que venia de 2 escuelas técnicas, debía ir a la del estado Barinas. Así ingrese a la Escuela Técnica Industrial “ Ezequiel Zamora”, donde esperaba culminar mis estudios de secundaria. Similar al caso de Mérida, en la ETI estudiaba gente de bajos y muy bajos recursos. Se notaba una diferencia abismal en este sentido, ya que había gente que escasamente podía mantener los estudios allí. Por supuesto, que una vez mas tuve que llegar como un “paracaidista”, pero afortunadamente, pude hacerme de amigos muy rápido. El hecho de que viviera en “Alto Barinas”, de entrada establecía una barrera que distorsionaba la comunicación con mis compañeros, ya que definitivamente era una especie cuando menos “rara”, porque por lo general la “gente” de alto Barinas estudiaba en los colegios privados, a saber: los curas, las monjas, y el “ Elías cordero”, donde de hecho estudiaba mi hermano. Afortunadamente, a nosotros no nos inculcaron esas diferencias, por lo cual, rápidamente, pude incorporarme y ser uno mas de mis compañeros de clase.

En la Técnica de Barinas, la metodología era básicamente la misma que en el resto: en las mañanas clases de las materias “tradicionales”, y en las tardes taller. En lugar de braga o bata blanca, en Barinas utilizábamos una bata azul. Para esos días, me esforzaba mucho en estudiar y salir bien, porque era el 4to año, que era el ultimo considerado para ser seleccionado por la OPSU. Mi horario, básicamente, era levantarme muy temprano, a eso de las 4:30 o 5 de la mañana, porque así podía hacer uso de primero del único baño que teníamos en la casa, y por lo general, después me ponía a estudiar mientras mi hermano se arreglaba para que nos llevaran. A las 7 me estaba dejando mi papa en la técnica. A mediodía subía a la casa a almorzar (por lo general), y en la tarde al taller. Muchas veces me quedaba al mediodía, y me escurría a los talleres, para preparar la practica del día. Por lo general, no podía dejar de escuchar el “diablito” que siempre me hablaba, y preparaba mi practica, pero arreglaba los tableros de trabajo de los otros grupos, para que llegado el momento, al probar sus circuitos, se afectaban los interruptores de toda la técnica, y nos quedábamos sin electricidad. Las primeras veces pasé desapercibido, y era un misterio, hasta que finalmente me descubrieron, por lo cual finalizaron “esas” travesuras. Por supuesto que mis compañeros siempre terminaban teniendo problemas en sus circuitos, que yo de manera “mágica” arreglaba. Recuerdo que estudiaba mucho, me preparaba mucho, lo cual me permitió ganarme el aprecio de los profesores del área técnica. Especial recuerdo les debo a los profesores Merchan y Centeno, a quienes siempre tendré en muy buena estima.

Como parte de las cosas a las que uno se va enfrentando en ese proceso que es el de la educación, resulto que en Barinas había (y hoy en día es mucho mayor) un gran movimiento evangélico, por lo cual, la mayoría de mis compañeros de clase, pertenecían a esa religión. Ello obligaba a que fueran practicantes de la misma, y la ejercían con mucho ahínco, a diferencia de lo que yo conocía siendo católico. Tenían sus misas, hacían retiros, salidas, y por lo general siempre estaban hablando de sus cosas evangélicas. Un día, si no me equivoco cerca de una semana santa, hicieron en la técnica unas actividades como de “reclutamiento”. Fueron los evangélicos, nos pusieron unas películas de Jesús (las mismas que siempre pasan en semana santa), y después nos dieron una serie de charlas, cada una por una persona que conocía su oficio. Al final, no pude resistir, y acepte al señor en mi ser, y decidí convertirme en evangélico. Claro, había también una muy buena razón, que era que las muy pocas muchachas que estudiaban en la técnica, y de ellas las mas bonitas y atractivas, pues eran evangélicas, así que ese paso, aparte de convencerme espiritualmente, pues me acercaría un poco mas a ellas, ya que aunque suene extraño, el hecho de pertenecer a religiones distintas era, definitivamente, una barrera que impedía que eventualmente llegáramos a poder tener algo. Así eran las cosas con respecto a la religión allí. Pues al irme a la casa, llegue y di la noticia: me iba a bautizar el siguiente fin de semana, y me convertiría a la religión evangélica. Por supuesto que la reacción de mi mama fue brutal. Para resumir el cuento, muy rápidamente me convencieron de por que no debía hacerlo, con lo cual termino, tal como comenzó, mi entusiasmo por el cambio de religión.

Pronto llego el momento de presentar la Prueba de Aptitud Académica. Como todos los demás, estudie mucho, me compraron la guía de problemas, que los resolví, y el 6 de marzo del 87, presente la prueba.

Si no me engaña la memoria, obtuve 22 y algo de puntaje, lo cual me convirtió en el tercer mayor puntaje del estado Barinas, siendo el primero como 24 y algo, de otro compañero de la Escuela técnica. Esto fue un paso importante en la ruta hacia la profesionalización. después, vino el momento de llenar la planilla de la OPSU, para solicitar el ingreso a la Universidad, cuyo nombre formal es PLANILLA DE PREINSCRIPCION NACIONAL PARA SOLICITAR INGRESO A LA EDUCACION SUPERIOR. Viendo la planilla, resaltan algunos datos interesantes. Lo que yo quería era estudiar Ingeniería Eléctrica. Para eso me había preparado, durante 5 años, estudiando en la técnica, lo cual, suponía yo, me daría alguna ventaja. Por ello, había decidido colocar, en las 3 opciones, Ingeniería Eléctrica en la ULA. había la posibilidad de solicitar ingreso a esa carrera, en realidad a todas las ingenierías, por el Núcleo de Trujillo, lo cual tendría para mi cierta ventaja, ya que conocía muy bien el sitio, pero decidimos que no, que me iría directo a Mérida. Para ese momento, ya mi papa me había estado hablando de la carrera de Ingeniería de Sistemas, que era el futuro. A esa altura de mi vida, ya había manejado al menos 4 tipos distintos de computadoras: la sinclair ZX-81, la mac classic, la EPSON PX-8 Geneva y en ese momento tenia, y había utilizado al menos en los dos años que estuve en Barinas, mi Apple IIc (que aun conservo), de manera que ciertamente tenia mucha experiencia ya con tecnologías que eran muy nuevas, y que no todo el mundo conocía ni mucho menos tenia acceso. Eso me hizo dudar, y finalmente, decidimos colocar, como tercera opción, Ingeniería de Sistemas en la ULA. No recuerdo si era un hecho, pero en la planilla colocamos que mi dirección era Mérida, ya que se suponía que había prioridad para los aspirantes de la zona. Y finalmente, no se podía declarar un ingreso familiar exagerado, aunque en nuestro caso, siendo mis dos padres profesores universitarios, tampoco es que debíamos mentir, pero en la planilla se declaro un ingreso familiar mensual de Bs. 20.000,00, que al día de hoy ni siquiera es lo que pago de estacionamiento diario en donde trabajo. Así, el 9 de Junio del 87 entregue mi planilla, y me preparaba para finalizar mis estudios de secundaria y embarcarme en mis estudios universitarios.

El 5to año fue bastante normal. Al no tener la presión de las notas, pues estaba un poco mas cómodo, aunque realmente mantuve el mismo ritmo de siempre. De hecho, ya estábamos preparando todo lo relacionado con el grado, para lo cual habíamos nombrado a Marcos Maldonado, que en ese momento era el Presidente del Consejo Legislativo, como Padrino de nuestra promoción; esto, básicamente, porque era conocido de mis padres, por lo cual yo le llevé la carta, la cual aceptó (esto suena conocido), y nos ayudó con unas entradas a algunas actividades que hicimos. Por ello, hicimos hasta unas elecciones para determinar el presidente de la organización de la promoción, y yo esperaba ganar, dado el logro con el padrino, pero no fue así, de manera que me aleje un poco de las cosas, por la molestia con mis compañeros.

Para este 5to año, el profesor de matemática nos dijo que nos iba a dar algunos temas que realmente no correspondían a nuestro nivel, pero que serian las bases para las matemáticas en la Universidad. Así, vimos integrales y derivadas; y a pesar de que no era materia del pensum, pues igual nos evaluaban en base a lo que nos daban.

Finalmente llegaron los últimos examenes para salir de la secundaria. Presentamos todos, y solo faltaba el de matemáticas, y en vista de que todos íbamos saliendo bien, pues el grupo de hombres que nos la pasábamos juntos, al salir de un examen, como a las 10 de la mañana, nos fuimos a nuestro lugar de juerga, que era la pasarela al frente de la técnica. allí, reunimos plata, y alguien fue y compro una “carterita” de ron, pampero. Por supuesto, éramos como 10 o 12 personas, de manera que nos toco una “tapita” a cada uno. Yo quede con la espinita, y como cargaba plata, fui y me compre lo que se llamaba una “pata de elefante”. Mi error no fue comprarla, sino ser egoísta y declarar que seria para mi solo. Por supuesto, a las 10 u 11 de la mañana, ponerme a beber ron sin haber desayunado, y sin estar acostumbrado a ello, pues termino como lo indican las leyes químicas: con una tremenda rasca que me hizo hasta olvidar quien era.

En la técnica, había un comedor. Desde mi llegada, pues nunca comí en el mismo, no porque no quisiera, sino porque sencillamente, por una parte, no lo necesitaba, y por otra, porque no quería quitarle la oportunidad a la gente que si lo necesitaban. Pero ese dia, mis compañeros, en medio de la algarabía por la “pata de elefante”, me dijeron que no podía rechazar ir a almorzar con ellos en el comedor, al menos por esa ultima vez que estaríamos juntos. Acepte, de manera que a las 12 estábamos haciendo la cola para el comedor. Ya los efectos del ron eran muy evidentes, y me sentía realmente mal. habían unos hermanos, Mendoza creo que era su apellido, que tenían un carro, un coronet. Como me sentía muy mal, les pedí que me dieran la llave, que me iba a recostar un rato, y que me llamaran cuando nos tocara entrar al comedor. Me acosté, y me quede rendido. No se cuanto tiempo paso, pero lo que si se es que cuando me despertaron, estaba todo mojado, en la puerta de mi casa, sin zapatos ni medias, ni cartera, y me llevaban casi cargado. Mi mama me recibía con una cara de terror al comienzo, pero después, al ver la situación, se transformo en cara de pocos amigos. Serian como las 6 de la tarde.

Lo siguiente que recuerdo es que me despertaba, con un tremendo dolor de cabeza, en mi cama. Me pare, y mi mama me recibió muy cariñosamente con una sopita hasta con huevo. Conversamos, y fuimos hablando hasta que salio el tema. Me contó de mi hazaña de llegar rascado a la casa; que ella se asusto mucho cuando vio que llegaban mis compañeros, a quienes conocía, con mi cartera, mis zapatos y mis cosas, porque pensó que me había pasado algo grave, pero después me vio salir del carro y se le quito el susto, pero pronto se convirtió en rabia, porque en medio de mi rasca, cuando me pregunto qué me había sucedido, le respondí que “no era su problema, que yo era un hombre y que hacia lo que tenia que hacer”. Tremenda vergüenza, que me obligo a pedirle disculpas. Luego, me agarro mi papa, con esa paciencia con la cual me agarraba, y conversamos al respecto. Ya era sábado, y el lunes era el ultimo examen, el de matemáticas, así que debía recuperarme y asegurar los conocimientos para no salir mal.

Finalmente llego el lunes. A las 7 de la mañana era el examen. Yo llegue y entre al salón, donde todos esperábamos por el profesor. De repente, llego el profesor, con el director y el subdirector de la técnica. Los dos últimos tenían morados en la cara. El subdirector, procedió a abrir la conversación, indicando que el viernes anterior había sucedido unos eventos nunca antes visto en la institución, cuando un grupo de estudiantes llego en estado de ebriedad al comedor, y comenzaron a formar escándalo, por lo cual tuvieron que intervenir tanto el director como el subdirector y otros profesores, convirtiéndose el hecho en una pelea, donde los estudiantes golpearon a los profesores, entre ellos al mismo director y subdirector. Yo me quede atónito al escuchar eso, pero ni me moví del asiento. Siempre me sentaba de primero, de manera que estaba frente a los profesores. El subdirector finalizo diciendo que éramos todos hombres adultos, y que cada uno sabia lo que había hecho, por lo cual esperaba que cada quien voluntariamente aceptara su posición, se parara y se saliera del examen, el cual no iban a presentar. Solo quienes no estuvieron en los hechos descritos podrían presentar el examen. Uno a uno, fueron parándose y saliéndose mis compañeros de clase y de juerga. Yo estaba sentado pensando que hacer, porque por una parte, yo había estado con ellos, pero por otra, no había estado en el rollo del comedor; y si me paraba y salía, ponía en juego mi entrada a la universidad, que era un hecho. Salieron todos, y solo quede yo de ese grupo, y el subdirector se me acerco y me dijo: “yo te vi a ti también con los otros”, a lo cual le respondí: “si es verdad, yo estaba con ellos, pero en el comedor no estuve”. Me dijo que era cierto, y después de algunos muy incómodos segundos, me dijo que me podía quedar. Respire aliviado, pero al voltearme a la puerta, vi por la ventana como me hacían señas de que me parara y los apoyara. No lo hice, y me quede a presentar mi examen.

El resultado, yo pase el examen, por lo cual había cumplido con todos los requisitos para graduarme, pero en vista de que como el 70% del salón no presento el examen, por lo cual quedaron aplazados en el mismo y debieron ir a reparación, se suspendieron todas las actividades del grado que tradicionalmente se realizaba, para esperar a que todos pasaran la materia pendiente. Esto implicaba que si quería graduarme con acto y todo, debía esperar los examenes de reparación en septiembre, y que todos pasaran, pero eso era sencillamente imposible para mi, ya que en septiembre tenia que estar en Mérida, para comenzar con al curso pre-universitario, mientras comenzaban las clases en noviembre. Por ello, casi que sin despedirme, me fui a Mérida, sin graduarme. Me firmaron los papeles, y me dieron unas constancias de culminación de carrera, y realmente no volví mas a la técnica.

Tiempo después, me enteré que si habían hecho fiesta de fin de año, y hasta acto de graduación. Me comentaron que había hecho falta como parte del grupo, pero, a pesar de ello se dieron los actos, y cada quien siguió, al igual que yo, su vida.

sábado, 16 de mayo de 2009

Introducción

UNIVERSITAS EMERITENSIS, son unas palabras que tenía el primer logo que conocí de la Universidad de Los Andes (ULA), que significan “ Universidad de Mérida”.

Para todos aquellos que hemos tenido la oportunidad de ir a una universidad, el sentimiento de apego a la misma puede ser comparable, pero en mi caso, considero que mi vida, y lo que soy, es producto irrefutablemente de mi relación, desde incluso antes de nacer, con una universidad.

Tuve la suerte de que mis padres tuvieron la oportunidad de estudiar y graduarse en la universidad; de allí surgió que todas las personas con las cuales crecí alrededor, eran en su inmensa mayoría universitarios, bien compañeros de clases de mis padres, profesores o simplemente conocidos de la universidad; yo mismo nací en el justo momento en que mi mamá se graduaba de pregrado en la ULA, y de allí en adelante todo, todo estuvo relacionado con el acontecer universitario. Mis padres llegaron a ser profesores en la ULA, y posteriormente en la UNELLEZ, lo cual permitió que creciera en los ambientes y espacios de la universidad, entre la facultad de ciencias de la ULA, el Núcleo de Trujillo de la ULA, y los espacios de la UNELLEZ. Tuve la dicha de poder contar en mi casa con bibliotecas donde habían cantidades inmensas de libros, de cualquier tipo, de los cuales algunos leía; tenía a mi alcance revistas, información; acompañaba a mi papa en sus viajes de campo con sus estudiantes; iba al laboratorio donde trabajaban y me enseñaban, tanto el como las personas que allí trabajaban, a utilizar los elementos, a lavarlos, a distinguir entre un porta objeto y un cubre objeto; utilice un microscopio desde pequeño, razón por la cual me aburría con los juegos químicos que existían para esa época, ya que yo podía entrar y salir y hacer lo que quisiera en un laboratorio de verdad; crié, para desgracia de mi mama, al menos cientos de “ hamsters” que me regalaban en el laboratorio de uno de los amigos de mi papa, el Dr. José Vicente Scorza, animalitos que al reproducirse causaban los grandísimos dolores de cabeza a mi mama en la casa, hasta que lográbamos salir de ellos; pude estar presente en la autopsia que le hicimos a uno de los tantos perros que tuvimos, Chia, la cual fue atropellada frente a nuestra casa, y un fin de semana, mi papa llamo a los Morales, que eran veterinarios y daban clase en el Núcleo de Trujillo, para determinar de que había muerto; participe con mi tía Aura en varios de los trabajos que realizaban en su grupo de investigación, en esa época el CIELAT, lo cual incluyo fabulosos viajes, por ejemplo, a morrocoy, donde utilice y era responsable por las mediciones de las termocuplas en las hojas de mangle, con mediciones cada hora por todo el dia; estuve presente cuando mi único hermano, menor que yo, hizo desaparecer un equipo de recolección de muestras de un proyecto de mi papa en la laguna de Bocono, en uno de los viajes de campo con sus estudiantes; y ni hablar del acceso que pude tener a las computadoras, comenzando con la Sinclair ZX-81, que fue mi primer computador (aunque era de mi papa), pero que me condujo por el camino que ahora ando, después de prácticamente 30 años. Aun recuerdo cuando mi papa me hablo de la Teoría de Sistemas de Von Bertalanffy, y me decía que por que no estudiaba Ingeniería de Sistemas, que era el futuro, en lugar de Ingeniería Eléctrica, que era lo que siempre quise estudiar.

En ese devenir universitario desde mi niñez, tuve la oportunidad de compartir, prácticamente en forma familiar, con personalidades como Ernesto Medina, José Mendoza Angulo, Pedro Rincón Gutiérrez, Leonel Vivas; luego, de mas grande, con personalidades como Felipe Pachano, Mitchel Rodríguez, y muchos mas.

También participe con mis padres en muchas elecciones universitarias, con lo cual pude saborear desde pequeño ese “ gusto” por la política. En el marco de esas elecciones, fui testigo de reuniones de mis padres, donde discutían sobre sus posiciones políticas, donde apoyaban una opción, donde luchaban contra otra; pude crecer conociendo que existía la derecha, y los “ ultrosos”, que fue hasta muy grande cuando por fin entendí de lo que se trataba; asistí a muchas fiestas de celebración de triunfo, pero también a igual numero de fiestas abortadas por el fracaso, con lo cual aprendí las dulzuras de la victoria, pero también la amargura de la derrota.  

Por supuesto, que después de haber crecido en ese ambiente, era prácticamente inevitable el que asistiera a la Universidad, en mi caso a la ULA, a estudiar. Originalmente, a estudiar Ingeniería Eléctrica, que fue mi plan desde el bachillerato, razón por la cual, a pesar de la opinión e insistencia de mi mama, que quería que estudiara en un liceo privado, me fui a la Escuela Técnica Industrial, para comenzar a manejar la información y conocimientos básicos, que me ayudarían en mis estudios universitarios, logrando salir asignado por el CNU, pero ante la insistencia de mi papa, y gracias al Convenio de los hijos de Profesores que existía en ese momento, ingrese a estudiar Ingeniería de Sistemas, sin mucha idea, debo reconocer, de lo que se trataba. Para ese momento vivía en Barinas, y me fui a Mérida, donde comenzó la gran travesía. El estar alla, luego de haber vivido en Mérida y de conocer el ambiente universitario, me permitió desenvolverme muy bien. Conocí mucha gente, y con el conocimiento que traía, hice todo lo posible para conocer a Diógenes Andrade, el Fantasma, que era una especie de ser mitológico del momento (y aun lo sigue siendo), con lo cual ingrese, voluntariamente y a motu propio, en las filas del famoso Movimiento 21 de la Facultad de Ingeniería. Eso me permitió recorrer muchos caminos que conocía por parte de mis padres, comenzando como un tirapiedras mas, pasando por ser Consejero de Departamento, Representante Estudiantil, Secretario de Actas y Correspondencias del Centro de Estudiantes de la Facultad de Ingeniería, Secretario de Deportes, Presidente Suplente, mano derecha del Fantasma en su periplo como Presidente de la FCU, hasta llegar a ser Representante Estudiantil suplente ante el Consejo Universitario en dos oportunidades.

Finalmente, en la ULA conocí a la que hoy dia es mi esposa, que estudiaba Ingeniería Química, y quien me saco del letargo académico en el que estaba, para fortuna de toda mi familia, logrando alcanzar la mayor de las metas que se propone uno como estudiante, que es recibir su Titulo en el Aula Magna de nuestra Alma Mater. Evidentemente, todo ese bagaje de información, producto de las oportunidades que he tenido en todo el tiempo transcurrido, ha colaborado a alcanzar las metas que hasta ahora me he establecido. Ha sido fundamental, tanto la educación que recibí de mis padres como la “formal” recibida en la universidad, para poder avanzar en la vida; gracias a los alcances como estudiante, un compañero de estudios y de lucha me hizo la propuesta de que trabajara con el, en una una Unidad de Sistemas que se estaba creando, lo cual produjo 4 años de trabajo, que me llevaron de un analista de procesamiento de datos II, a ser el Jefe de la Unidad de Sistemas y Estadística, y los resultados alcanzados allí, permitieron que tuviera nuevas oportunidades, donde permanezco, cosechando cada dia mas y mejores resultados.

La universidad ha sido determinante en mi vida, en todos los sentidos. Por ello, el relato de las situaciones por las que pase, las personas que conocí y sobre todo los logros y metas alcanzados, es lo que estará relatado en las paginas siguientes.