Desde muy pequeño, siempre me apasiono el desarmar cosas, para hacer otras. Especial atención tenia con las cosas eléctricas, y en particular los carritos de las pistas eléctricas de la época, ya que por lo general los desarmaba, y hacia aviones de paletas de helado, con motor de verdad verdad, para lo cual utilizaba el motor de los carritos eléctricos, y una batería.
Siempre quise también ser militar. Por eso, había decidido por mi parte, que me iría al Liceo Militar, que en esa época el único que conocía era el Jáuregui. Yo había planificado todo, pero llegado el momento, mi mama me convenció de que estaba muy pequeño, y que no me iba a ver crecer, por lo cual llegamos a un acuerdo: que no iría al Liceo Militar, pero al graduarme de bachiller, iría a la Academia Militar. Cerramos el trato.
Llegado el momento, decidí que quería estudiar en la Escuela Técnica. En ese momento, vivíamos en Trujillo, por lo cual me inscribieron en la Escuela Técnica Industrial “ Laudelino Mejías”. Dado que mis padres eran profesores universitarios, y de hecho trabajaban bastante con la Universidad Nacional Abierta (UNA), pues conocían a mucha gente que daba clases en la Técnica. Así comencé mis estudios, con miras a salir como Técnico Medio en Electricidad.
Los dos años y algo que estuve en la Técnica de Trujillo, fueron muy buenos. Los primeros amores, las primeras fiestas, el comienzo de la independencia. Para esos días, el tema de las drogas y la inseguridad no era como hoy en día, o al menos no se publicitaba tanto, por lo cual, yo andaba prácticamente solo para ir desde mi casa, hasta la Técnica, y por supuesto el regreso. En las mañanas eran las clases “ tradicionales”: matemáticas, castellano, biología, etc. En las tardes, taller, donde nos dedicábamos a realizar practicas de distintos tipos. Los primeros años, se hacían practicas de herrería, carpintería, construcción y electricidad, para luego, hacia el final de los estudios, dedicarse a practicas del área especifica por la que iba uno, en mi caso de electricidad. Era como un “ ciclo básico”. Eso me permito aprender a manejar equipos, conocer técnicas y en general, aprender lo que podríamos llamar la base de los “oficios”. De repente, mi papá consiguió un trabajo en Mérida, de manera que para el año 85, en el tercer año, y al finalizar el primer trimestre, me fui a la Escuela Técnica Industrial “Manuel Antonio Pulido Méndez”.
En Mérida todo era muy distinto. En la Técnica estudiaba gente de muy bajo nivel económico, y era muy común que se vieran robos en las áreas de la institución, y problemas de drogadicción. Con respecto al nivel académico, concluyo que por estar tan cerca la Universidad, había una influencia que definitivamente hacia distinta la Técnica de Mérida con la de Trujillo. En Mérida no se salía como Técnico Medio en Electricidad sino en Electricidad y Electrónica, por lo que había mucho trabajo en el área de la electrónica. Compre mi primer “protoboard” y andaba con mis circuitos hechos para arriba y para abajo. En Trujillo para “taller” utilizábamos una braga azul, mientras que en Mérida se utilizaba una bata blanca. Este hecho fue interesante, ya que en la Facultad de Medicina de la ULA, para entrar a ver los muertos, lo único que exigían era tener una bata blanca, por lo cual, en repetidas oportunidades, nos escapamos, el grupito que uno siempre tiene, a ver los muertos que utilizaban en las practicas de medicina. Por lo general terminaba con pesadillas los días que hacia eso.
El estudiar en Mérida me permitió conocer la ciudad, a pesar de haber nacido y vivido en ella hacia mucho tiempo. Aprendí las rutas de transporte, los sitios, y lo mejor, a utilizar el bus de la ULA, lo cual era toda una experiencia, porque por una parte, era gratis, y por otra, sentía que ya me confundían con todo un estudiante universitario. A pesar de que por lo general, los estudiantes mas revoltosos del bachillerato son los de la Técnica, nunca me metí en ninguna protesta ni manifestación.
En Mérida tuve mi primera novia, Carol. Siempre salíamos en parejas, y nos íbamos a Santa Elena, a una placita, a hablar y a intercambiar los primeros besos. También fui a las primeras fiestas de adolescentes, donde por lo general se bebía ron como locos, y siempre terminaba alguien ebrio y acabando con la fiesta. Prácticamente todos mis compañeros de clases vivían en los alrededores de la Técnica (santa juana, santa elena, incluso muchos hacia la zona del chama), y prácticamente yo era el único que vivía hacia otra parte de la ciudad, en este caso, las tapias. Hacia finales del año escolar, mi papa nos dio la noticia de que debíamos mudarnos. En este caso, para Barinas, ya que el había conseguido entrar en la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales (UNELLEZ). A diferencia de la mudanza anterior, donde se fueron adelante mis padres con mi hermano, y yo me quede a terminar el primer trimestre, en este caso, aprovechando el final del año, nos íbamos a Barinas solo mi papa, mi hermano y yo, y mi mama se quedaba en Mérida, trabajando, hasta tanto consiguiera el traslado de la ULA a la UNELLEZ. Recuerdo que fueron momentos muy difíciles, ya que tenia, por ejemplo, que dejar a mi primera novia. Llore mucho, pero realmente no era mucho lo que podía hacer al respecto, ya que la decisión estaba tomada. Por esos días finalizaba también la novela que pasaban en Venezolana de Televisión, “La Dueña”, que nos agrupaba a todos a verla. Recuerdo que vimos el capítulo final todos juntos, y por esos días fue el final también de mi estadía en la Técnica en Mérida.
A Barinas llegamos, los tres hombres de la casa. Los primeros días, antes del inicio de las clases, recuerdo que pasamos horas en uno de los pasillos cercanos a la oficina del Rector, y del Consejo Directivo, esperando una decisión referente a la entrada de mi papa a la Universidad. Allí caminamos, hablamos, esperamos mucho, hasta que al final nos dieron la noticia. No recuerdo cual fue, pero significaba la formalización de nuestra estadía en Barinas. Nos mudamos a lo que se llamaba la “zona rental”, donde habían unas casa pequeñas, que llamaban “las cabañas”. A nosotros nos toco la numero 12, que estaba en todo el centro de dicha zona. Era una casa muy pequeña, con solo 2 cuartos, un baño, un área de lavado, la cocina, y el área de comedor y sala. A pesar de lo pequeño, era bastante cómoda. La Universidad esta ubicada en la entrada a lo que se denomina “Alto Barinas”, que son urbanizaciones muy recientes, principalmente de profesionales, por lo cual se consideraba, por parte de la gente que vivía en Barinas, que esa era la urbanización de los “ricos”, a diferencia de la parte baja de la ciudad, donde esta la zona original, y por supuesto se han ido creando zonas nuevas, no planificadas, donde se supone que vive la gente “pobre”. Es interesante esto, aunque suene "clasista", pero fue una de las cosas que más me impresionó de la ciudad.
Por supuesto que yo, que venia de 2 escuelas técnicas, debía ir a la del estado Barinas. Así ingrese a la Escuela Técnica Industrial “ Ezequiel Zamora”, donde esperaba culminar mis estudios de secundaria. Similar al caso de Mérida, en la ETI estudiaba gente de bajos y muy bajos recursos. Se notaba una diferencia abismal en este sentido, ya que había gente que escasamente podía mantener los estudios allí. Por supuesto, que una vez mas tuve que llegar como un “paracaidista”, pero afortunadamente, pude hacerme de amigos muy rápido. El hecho de que viviera en “Alto Barinas”, de entrada establecía una barrera que distorsionaba la comunicación con mis compañeros, ya que definitivamente era una especie cuando menos “rara”, porque por lo general la “gente” de alto Barinas estudiaba en los colegios privados, a saber: los curas, las monjas, y el “ Elías cordero”, donde de hecho estudiaba mi hermano. Afortunadamente, a nosotros no nos inculcaron esas diferencias, por lo cual, rápidamente, pude incorporarme y ser uno mas de mis compañeros de clase.
En la Técnica de Barinas, la metodología era básicamente la misma que en el resto: en las mañanas clases de las materias “tradicionales”, y en las tardes taller. En lugar de braga o bata blanca, en Barinas utilizábamos una bata azul. Para esos días, me esforzaba mucho en estudiar y salir bien, porque era el 4to año, que era el ultimo considerado para ser seleccionado por la OPSU. Mi horario, básicamente, era levantarme muy temprano, a eso de las 4:30 o 5 de la mañana, porque así podía hacer uso de primero del único baño que teníamos en la casa, y por lo general, después me ponía a estudiar mientras mi hermano se arreglaba para que nos llevaran. A las 7 me estaba dejando mi papa en la técnica. A mediodía subía a la casa a almorzar (por lo general), y en la tarde al taller. Muchas veces me quedaba al mediodía, y me escurría a los talleres, para preparar la practica del día. Por lo general, no podía dejar de escuchar el “diablito” que siempre me hablaba, y preparaba mi practica, pero arreglaba los tableros de trabajo de los otros grupos, para que llegado el momento, al probar sus circuitos, se afectaban los interruptores de toda la técnica, y nos quedábamos sin electricidad. Las primeras veces pasé desapercibido, y era un misterio, hasta que finalmente me descubrieron, por lo cual finalizaron “esas” travesuras. Por supuesto que mis compañeros siempre terminaban teniendo problemas en sus circuitos, que yo de manera “mágica” arreglaba. Recuerdo que estudiaba mucho, me preparaba mucho, lo cual me permitió ganarme el aprecio de los profesores del área técnica. Especial recuerdo les debo a los profesores Merchan y Centeno, a quienes siempre tendré en muy buena estima.
Como parte de las cosas a las que uno se va enfrentando en ese proceso que es el de la educación, resulto que en Barinas había (y hoy en día es mucho mayor) un gran movimiento evangélico, por lo cual, la mayoría de mis compañeros de clase, pertenecían a esa religión. Ello obligaba a que fueran practicantes de la misma, y la ejercían con mucho ahínco, a diferencia de lo que yo conocía siendo católico. Tenían sus misas, hacían retiros, salidas, y por lo general siempre estaban hablando de sus cosas evangélicas. Un día, si no me equivoco cerca de una semana santa, hicieron en la técnica unas actividades como de “reclutamiento”. Fueron los evangélicos, nos pusieron unas películas de Jesús (las mismas que siempre pasan en semana santa), y después nos dieron una serie de charlas, cada una por una persona que conocía su oficio. Al final, no pude resistir, y acepte al señor en mi ser, y decidí convertirme en evangélico. Claro, había también una muy buena razón, que era que las muy pocas muchachas que estudiaban en la técnica, y de ellas las mas bonitas y atractivas, pues eran evangélicas, así que ese paso, aparte de convencerme espiritualmente, pues me acercaría un poco mas a ellas, ya que aunque suene extraño, el hecho de pertenecer a religiones distintas era, definitivamente, una barrera que impedía que eventualmente llegáramos a poder tener algo. Así eran las cosas con respecto a la religión allí. Pues al irme a la casa, llegue y di la noticia: me iba a bautizar el siguiente fin de semana, y me convertiría a la religión evangélica. Por supuesto que la reacción de mi mama fue brutal. Para resumir el cuento, muy rápidamente me convencieron de por que no debía hacerlo, con lo cual termino, tal como comenzó, mi entusiasmo por el cambio de religión.
Pronto llego el momento de presentar la Prueba de Aptitud Académica. Como todos los demás, estudie mucho, me compraron la guía de problemas, que los resolví, y el 6 de marzo del 87, presente la prueba.
Para este 5to año, el profesor de matemática nos dijo que nos iba a dar algunos temas que realmente no correspondían a nuestro nivel, pero que serian las bases para las matemáticas en la Universidad. Así, vimos integrales y derivadas; y a pesar de que no era materia del pensum, pues igual nos evaluaban en base a lo que nos daban.
Finalmente llegaron los últimos examenes para salir de la secundaria. Presentamos todos, y solo faltaba el de matemáticas, y en vista de que todos íbamos saliendo bien, pues el grupo de hombres que nos la pasábamos juntos, al salir de un examen, como a las 10 de la mañana, nos fuimos a nuestro lugar de juerga, que era la pasarela al frente de la técnica. allí, reunimos plata, y alguien fue y compro una “carterita” de ron, pampero. Por supuesto, éramos como 10 o 12 personas, de manera que nos toco una “tapita” a cada uno. Yo quede con la espinita, y como cargaba plata, fui y me compre lo que se llamaba una “pata de elefante”. Mi error no fue comprarla, sino ser egoísta y declarar que seria para mi solo. Por supuesto, a las 10 u 11 de la mañana, ponerme a beber ron sin haber desayunado, y sin estar acostumbrado a ello, pues termino como lo indican las leyes químicas: con una tremenda rasca que me hizo hasta olvidar quien era.
En la técnica, había un comedor. Desde mi llegada, pues nunca comí en el mismo, no porque no quisiera, sino porque sencillamente, por una parte, no lo necesitaba, y por otra, porque no quería quitarle la oportunidad a la gente que si lo necesitaban. Pero ese dia, mis compañeros, en medio de la algarabía por la “pata de elefante”, me dijeron que no podía rechazar ir a almorzar con ellos en el comedor, al menos por esa ultima vez que estaríamos juntos. Acepte, de manera que a las 12 estábamos haciendo la cola para el comedor. Ya los efectos del ron eran muy evidentes, y me sentía realmente mal. habían unos hermanos, Mendoza creo que era su apellido, que tenían un carro, un coronet. Como me sentía muy mal, les pedí que me dieran la llave, que me iba a recostar un rato, y que me llamaran cuando nos tocara entrar al comedor. Me acosté, y me quede rendido. No se cuanto tiempo paso, pero lo que si se es que cuando me despertaron, estaba todo mojado, en la puerta de mi casa, sin zapatos ni medias, ni cartera, y me llevaban casi cargado. Mi mama me recibía con una cara de terror al comienzo, pero después, al ver la situación, se transformo en cara de pocos amigos. Serian como las 6 de la tarde.
Lo siguiente que recuerdo es que me despertaba, con un tremendo dolor de cabeza, en mi cama. Me pare, y mi mama me recibió muy cariñosamente con una sopita hasta con huevo. Conversamos, y fuimos hablando hasta que salio el tema. Me contó de mi hazaña de llegar rascado a la casa; que ella se asusto mucho cuando vio que llegaban mis compañeros, a quienes conocía, con mi cartera, mis zapatos y mis cosas, porque pensó que me había pasado algo grave, pero después me vio salir del carro y se le quito el susto, pero pronto se convirtió en rabia, porque en medio de mi rasca, cuando me pregunto qué me había sucedido, le respondí que “no era su problema, que yo era un hombre y que hacia lo que tenia que hacer”. Tremenda vergüenza, que me obligo a pedirle disculpas. Luego, me agarro mi papa, con esa paciencia con la cual me agarraba, y conversamos al respecto. Ya era sábado, y el lunes era el ultimo examen, el de matemáticas, así que debía recuperarme y asegurar los conocimientos para no salir mal.
Finalmente llego el lunes. A las 7 de la mañana era el examen. Yo llegue y entre al salón, donde todos esperábamos por el profesor. De repente, llego el profesor, con el director y el subdirector de la técnica. Los dos últimos tenían morados en la cara. El subdirector, procedió a abrir la conversación, indicando que el viernes anterior había sucedido unos eventos nunca antes visto en la institución, cuando un grupo de estudiantes llego en estado de ebriedad al comedor, y comenzaron a formar escándalo, por lo cual tuvieron que intervenir tanto el director como el subdirector y otros profesores, convirtiéndose el hecho en una pelea, donde los estudiantes golpearon a los profesores, entre ellos al mismo director y subdirector. Yo me quede atónito al escuchar eso, pero ni me moví del asiento. Siempre me sentaba de primero, de manera que estaba frente a los profesores. El subdirector finalizo diciendo que éramos todos hombres adultos, y que cada uno sabia lo que había hecho, por lo cual esperaba que cada quien voluntariamente aceptara su posición, se parara y se saliera del examen, el cual no iban a presentar. Solo quienes no estuvieron en los hechos descritos podrían presentar el examen. Uno a uno, fueron parándose y saliéndose mis compañeros de clase y de juerga. Yo estaba sentado pensando que hacer, porque por una parte, yo había estado con ellos, pero por otra, no había estado en el rollo del comedor; y si me paraba y salía, ponía en juego mi entrada a la universidad, que era un hecho. Salieron todos, y solo quede yo de ese grupo, y el subdirector se me acerco y me dijo: “yo te vi a ti también con los otros”, a lo cual le respondí: “si es verdad, yo estaba con ellos, pero en el comedor no estuve”. Me dijo que era cierto, y después de algunos muy incómodos segundos, me dijo que me podía quedar. Respire aliviado, pero al voltearme a la puerta, vi por la ventana como me hacían señas de que me parara y los apoyara. No lo hice, y me quede a presentar mi examen.
El resultado, yo pase el examen, por lo cual había cumplido con todos los requisitos para graduarme, pero en vista de que como el 70% del salón no presento el examen, por lo cual quedaron aplazados en el mismo y debieron ir a reparación, se suspendieron todas las actividades del grado que tradicionalmente se realizaba, para esperar a que todos pasaran la materia pendiente. Esto implicaba que si quería graduarme con acto y todo, debía esperar los examenes de reparación en septiembre, y que todos pasaran, pero eso era sencillamente imposible para mi, ya que en septiembre tenia que estar en Mérida, para comenzar con al curso pre-universitario, mientras comenzaban las clases en noviembre. Por ello, casi que sin despedirme, me fui a Mérida, sin graduarme. Me firmaron los papeles, y me dieron unas constancias de culminación de carrera, y realmente no volví mas a la técnica.
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